lunes, 6 de junio de 2011

MAS QUE UNA CARRERA



Hay pruebas que exceden de los límites de su valor como tales para ascender al de míticas, muy por encima del campeonato en que puedan estar inmersas o la categoría de su participación.
Se puede citar el Rally de Montecarlo, el Dakar, las 500 millas de Indianápolis, o el GP de Mónaco entre otras, pero para mi hay una definitiva, respetando otros pareceres, y son las 24 horas de Le Mans. Es probable que se deba a las revistas francesas compradas en el rastro madrileño, como L'Automobile o Sport Auto, que incluían unos reportajes sobre su historia, técnica y fotografías que reflejaban unas máquinas extraordinarias en un ambiente único.

Cuando la televisión pública la emitía en directo, lo que solía ser a salto de mata, trataba de no perderme ni un minuto, y así tuve la oportunidad, solo recuerdo verlo una vez, el espectáculo fantástico de una salida con los coches alineados en batería a un lado de la pista y los pilotos al otro. Después llegaron las parabólicas y ya fué la apoteosis, pues eran horas y horas ante la tele cuando Eurosport lo hacía. Entonces tuve oportunidad de ver el rodar de los coches entre alargadas sombras dentro de un tono rojizo aportado por el sol de atardecer, esos frenos de carbono al rojo o las llamaradas de los escapes. Cuando caía la noche me hipnotizaban las fantasmagóricas imágenes de los faros de los coches, la lejana noria iluminada o esos aparentemente calmados relevos bajo la luz artificial de los boxes.

Al día siguiente, cuando se reanudaban las conexiones, el interés residía en enterarse de los retirados o los que habían perdido mucho tiempo para recomponer la situación de cara a las horas finales, y no faltaba a media mañana la rotura de coches importantes que frecuentemente solían acabar en incendio al fallar conducciones de aceite o combustible. Al final se planteaban dos posibilidades, o el final apretado si hay duelo entre marcas para las primeras posiciones, en cuyo caso acaban a toda velocidad hasta el banderazo final, o el gran triunfo de un equipo, en cuyo caso los participantes, a marcha lenta, se agrupan por equipos tras el vencedor, con la añadida animación de las banderas agitadas como saludo por los comisarios, para terminar en todo caso en invasión de la pista y multitudinaria ceremonia en el podium.

Al final llegó Internet, y entonces se abre la posibilidad del control total al ver la clasificación en tiempo real, los tiempos de cada vuelta, entradas en boxes, etc, resultando un modo “casi científico” de ver la carrera.

Cuando todo terminaba, tras digerir toda la información sobre la carrera, tocaba elucubrar sobre quienes volverán al año siguiente, si vendrá alguno nuevo, como será el diseño de los nuevos modelos, cambios de pilotos, etc. Y todo eso hacía acortar la espera hasta una nueva edición.